lunes, 25 de abril de 2011

No a la violencia de genero




Ley 24-97

ENTREVISTA TEMÁTICA

Edificio de atención a la victima Higüey



Violencia de género en Higüey

Las altas tasas de violencia contra las mujeres evidencian un problema grave en Higuey.

El 30 % de las mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas en este año en la ciudad de Higüey denunciaron el maltrato, pero sólo el 22 % obtuvieron medidas de protección. Todavía faltan recursos en los juzgados para que las mujeres que denuncien estén realmente protegidas. Hablamos con la Licenciada Yamiris Rodríguez sobre la violencia de género en esta ciudad.

Rodríguez es la coordinadora de la oficina de atención a víctima, que se encarga de recibir y darle seguimiento a la violencia contra las mujeres, los niños y las niñas.

Desde hace años, realiza acciones en pro de los derechos de las muatiende los problemas de violencia contra las mismas. Esta es una oficina con un programa de atención integral que ofrece servicios médicos, psicológicos y jurídicos a personas víctimas de violencia de género y sexual, la oficina trabaja en coordinación con salud pública para brindarle a las victimas las atenciones primarias en lo que se refiere a la atención medica.

En esta entrevista presenta un balance de la situación de las mujeres víctimas de violencia, afirmando que sin una lectura de género sobre este asunto no es posible ver las causas del problema ni intervenir de manera eficaz en este grave problema social.

Rodríguez tiene una amplia experiencia en la atención de estos casos de violencia sobre la mujer, sostiene que siempre ha existido el problema y que ahora se le está prestando mayor atención. Hace alguna referencia al posible efecto contagio que pudiera existir en el tratamiento informativo del problema. Llama la atención sobre la necesidad de evitar mitos: no existen perfiles únicos de víctimas, ni en edad (hay maltrato desde la adolescencia hasta la ancianidad) ni de clase social o nivel económico. Se refiere a las particularidades de la violencia psicológica, que comporta un grave deterioro de la autoestima, lo que hace más difícil paliar las secuelas.

De hecho, considera que ha habido innegables avances, que se cuenta con mejores recursos, pero que sigue existiendo déficit en la atención psicológica. En sus declaraciones también se refiere a los tipos de agresores, la mayoría agresores dependientes (que actúan por dominación machista, en un marco de dependencia emocional) y una minoría de agresores psicopáticos. Un grave problema es la transmisión intergeneracional de patrones de conducta, hecho que hay que atajar con tratamientos preventivos

Las estadísticas recibidas en lo que va del año en la unidad de atención a víctimas a nivel provincial son de 856 casos de denuncias. De estos se han reportado 4 casos de muerte, aunque eso no quiere decir que no aumente en los próximos meses.

Esta unidad se encarga de la supervisión y el proceso de capacitación junto a Infotep, el trabajo que se realiza se hace en conjunto con las juntas de vecinos y las asociaciones educativas en forma de charlas y se le da seguimiento y participación a los ciudadano que han sido víctima de violencia, logrando así disminuir los problemas intrafamiliares..

Es sabido que las mujeres no denuncian porque tienen vergüenza de manifestar que son víctimas de violencia, más aún cuando se trata de violencia producida por su compañero. Por otro lado, existe también un desconocimiento por parte de las mujeres sobre sus derechos a recibir atención, denunciar y ser protegidas por el Estado. A su vez, aunque las personas tengan la información, hay escepticismo frente a la efectividad de la denuncia, es decir una desconfianza sobre la respuesta concreta que pueden dar las instituciones implicadas.

La denuncia es muy importante, cabe decir que los indicadores que tenemos son de denuncias y no de hechos ocurridos, ya que el subregistro es muy grande. Según las estadísticas que tenemos aquí, 2 de cada 5 mujeres son maltratadas físicamente.

Es necesario tener en cuenta una situación que complejiza el asunto: muchas veces las mujeres que denuncian no se quieren separar. Al maltrato se le suma la dependencia emocional y económica y la propia anulación de la mujer como sujeta de un proceso de violencia o porque fue educada para que hiciera su vida al lado de un hombre: una mujer sin marido no es nada.

Las rutas de atención, por ejemplo, están sesgadas de toda suerte de estereotipos de género y de revictimización. Los procedimientos desalientan a las mujeres para que vayan o continúen procesos. Como mencioné, la revictimización es recurrente. Las mujeres enfrentan la cuestión de la confidencialidad cuando deben explicar en la portería los motivos de su visita y después los prejuicios de los funcionarios que tienen la idea de que la mujer provocó la agresión o tuvo alguna responsabilidad en el hecho. De este modo les preguntan: ¿usted qué estaba haciendo?, ¿cómo iba vestida?, ¿se viste siempre así?, ¿le ha pasado antes?, ¿por algo será que le ha pasado dos veces?, ¿qué hacía a esa hora en la calle?…

Las formas de registrar el abuso sexual no están unificadas. Si una mujer hizo una denuncia en una localidad y se cambia para otro barrio u otra localidad, ese caso se pierde; si el marido la mata allá, no hay antecedentes de que hubo denuncia, no hay forma de hacer seguimiento. La Fiscalía y la policía tienen distintos criterios para definir qué es violencia sexual y lo reportan de manera distinta; lo que impide saber qué está pasando realmente.

El lugar del Estado en esta cuestión

Las instituciones del Estado se concentran en generar las posibilidades de efectuar la denuncia al recibirla. Por lo tanto, los establecimientos de salud están obligados a atender esta situación. Pero la gran debilidad del sistema que atiende este problema es la falta de una respuesta pensada en términos de seguridad de la víctima, en términos de reducción de la vulnerabilidad o el riesgo en el que está. No hay, por ejemplo, casas de tránsito para mujeres violentadas, ni una capacitación completa y permanente para que los funcionarios públicos atiendan la violencia sexual y de género con una mirada más integral. La Fiscalía tiene una unidad de reacción inmediata de delitos sexuales y se esfuerza por hacer un buen trabajo. En esa unidad están concentradas todas las instituciones que dan respuesta al tema de violencia sexual, pero sigue siendo insuficiente porque las medidas de protección son especialmente insatisfactorias.

Las altas tasas de violencia contra las mujeres evidencian un problema grave.

Estamos hablando de una violencia estructural, silenciada y con altos índices de tolerancia social. Hay una naturalización en relación con los roles de hombres y mujeres que hacen que ciertos actos violentos contra las mujeres sean justificados culturalmente.

Por ejemplo, tanto la violencia verbal como la psicológica están banalizadas pero ellas forman parte de ese ciclo de violencia. En la violencia sexual es recurrente la cuestión de la obligación de las esposas de “atender a los maridos”, es decir de estar siempre disponibles sexualmente. Ese prejuicio se refleja a la hora de la denuncia o cuando se va un centro de salud: se da por sentado que todas las relaciones sexuales son consentidas –más aún si se trata de una pareja– así los funcionarios no observan un cuadro que permita inferir que hay una situación de violencia.

“Crimen pasional”

Hay que tener en cuenta que el crimen pasional como justificación de un acto violento es eminentemente masculino, una mujer no puede hacer uso de él. Existe aún en la legislación algo parecido al anterior “ira e intenso dolor” que alude a la emoción excusable. En la práctica los jueces lo aplican a los hombres, para atenuar la culpa. El crimen pasional está relacionado a la defensa del honor, es masculino. El valor equiparable que tienen las mujeres es la virtud. El honor es masculino, como el honor de la guerra –el corazón de hierro que les dan a los soldados. Esa muestra de arrojo es un acto bueno, por eso el crimen pasional justificado en esa cuestión de la reivindicación del honor, legitima desde el principio el acto violento de los hombres hacia las mujeres.

Miremos cómo interpretan los jueces ciertas diferencias. Algunas mujeres matan cuando el marido está dormido o borracho, lo que muchas veces es interpretado como premeditación, alevosía, maltrato absoluto, un acto despiadado y salvaje. No se tiene en cuenta que ese es el momento donde ella tiene la chance de hacer algo para acabar con un largo proceso de violencia.

Dónde reside el problema

Hay un interés por parte del Estado, pero si no se tienen las lentes adecuadas para verlo como un problema de género el problema no se ve. Es similar a lo que sucede con los crímenes homofóbicos: si para usted no existen los homosexuales, si, en el caso de que existieran, usted considera que esas relaciones son enfermizas y se produce algún asesinato, pues no entenderá esa situación desde el contexto de la homofobia. Es lo que pasa con las mujeres; el problema no es la falta de estudios, sino que pareciera que todo se soluciona con legislación y esta es una cuestión estructural de género constitutiva de las relaciones sociales..

Hay, una violencia estructural de base, que sigue siendo invisible y que valida y justifica los comportamientos violentos contra las mujeres. Desde el sentido común existen ideas como esta: si el vecino mata a la mujer porque la encontró con otro hombre, se dice “ella se lo buscó”… La violencia no debe tener ningún tipo de justificación y esta violencia, particularmente, es el resultado de una situación estructural que ordena cómo deben comportarse hombres y mujeres, qué es legítimo para unos y otras y quién puede disponer de quién.

Esos prejuicios entorpecen la administración de justicia, generan impunidad, legitiman la violencia. Estos prejuicios están en las cabezas de todos: los funcionarios, las víctimas y los perpetradores. Esto es un problema que implica un cambio cultural que toma mucho tiempo, pero serviría bastante que los funcionarios que trabajan en esos temas pudieran entender que la forma en que realizan una atención puede significar una diferencia, incluso de vida o muerte, para la mujer que está reportando una violencia física, una violencia sexual, una violencia psicológica o verbal, que a veces esta última se banaliza y puede ser el inicio de una larga historia de maltratos.

La unidad de atención a victima está trabajando para reducir y prevenir la violencia de género e intrafamiliar en la provincia la Altagracia, capacitando en las escuelas técnicas, ubicadas en puntos estratégicos de la comunidad, impartiendo charlas y servicios de psicólogas a mujeres que han sido víctimas de algún tipo de abusos y se le enseña cómo enfrentar los mismos


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